Pajaperrear
un lamento por Melquiades Solis (miembro permenente del Clanton Gang)
Tienes que entender que para disfrutar esta mierda de un mundo decepcionante hay que cometer su parte respectiva de violencia. No quiero decir correr con agujas y vidrio en sus mangas. No aún digo que aceptas la violencia de la ineludible opresión general de la civilización. Caminas en la muchedumbre del metro y agarras lápices y navegas con bandera de idiota y ya. No lo puedes escapar tanto como puedes rechazar el aire repugnante en tus narices. Al menos para esta actividad necesitas imponer un poco de violencia como cuando pinchas el dedo para demostrar que todavía existas.
Quiero decir los momentitos en que suspendas tantas de las detalles desencantadas de la vida y enfocas en la cruda alegría fenomenologica de miradas y curvas hasta que si no cometiera un poco de violencia cargante sería una actividad enteramente solipsistico.
Bueno, ya basta de las pendejadas. Aquí estamos por un banco: la invención la más perfectamente apropiada para mirar pasar la gente. Te da un campo visual expansivo y la flexibilidad de sentarse en tantas maneras: Sentarse enconvado para mostrar machismo, sentarse en el medio para mostrar confidencia, sentarse al lado para parecerse en esperanza, sentarse con piernas cruzadas para transmitir un sentido de efectismo o simplemente ambivalencia. Para este ejercicio prefiero la neutralidad de sentarme erguido. Y además, así expande el horizonte.
Soy un hombre recientemente expuesto a la derrota de la rutina y la humillación del comprometer al mundo de trabajo. Apenas tengo pelo por el pecho y ya soy relegado al coro. Aquí canto para los protagonistas con un laurel genérico que llevo por la cabeza como una corona de arrinconado. Seré un pervertido vejestorio dentro de poquito y serán mis ojeadas sujetas a tantos interpretaciones legales y sociales así mientras el volcán de libido me da pretexto poco sólido para comer con los ojos, comeré!
Es un momento perfecto, cuando el contexto del universo no importa nada y no hay sino los rasgos que escojas ensalzar. Ves una chica pasar. Su cuerpo todavía escondido el la posibilidad gloriosa del desconocido que provea la ropa. Si ves algo controversial, el viento picando su falda o simplemente una teta insubordinada, fue por el azar y no por el deseo y por eso es puro. Los músculos de sus piernas, en tratar apresurarse en terminar el banquete de que es plato principal, desvelan la energía física adentro y a veces refleja la luz del día por fuera. Se combinen estas detalles y sabes que todavía eres un ser humano que puede gozar la naturaleza aunque todo ya es descrito, regalado, rendido. Y porque la molestas, quizás no lo veas por su cara, pero la molestas todavía, sabes que no eres tan quitado de en medio a empellones con los miembros ineficaces del coro que no puedes joder un poco con el mise-en-scene. No intentas doler, ni intentas dominar, sólo quieres embobarse con chicas guapas. Leer libros me deja de la obligación para arrogancia y producción cultural. Cerveza acelera mi empanzación. Mi chamba es Trabajo asalariado es eso es tortura disfrazada y apenas. Dudo el propósito de mi vida y no aun puedo disfrutar mi miseria existencial así rodeado por la comercialización que rebaja todo emoción a cliché histriónico. No es como ando por bosques las mano a mi lado y sueno los pinos y dudo porque existo. Camino embotellado en el metro y miro televisión con el desinterés de un zombi que ya ha comido todos los vivos disponibles. No hay miseria en la sociedad del espectáculo. Pero todavía me queda el acto crudo de comer chicas con los ojos. Una sensación que puedo compartir con mis cuates y por su placer singular tenemos una coordenada emotiva entre el océano sordo que te queda de la experiencia humana después de que te abandona la telelogía del dramatismo joven.
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